La anestesia de campo es una práctica común que permite la realización de procedimientos diagnósticos e intervenciones quirúrgicas menores o de urgencia de corta duración. Sumado al alto riesgo anestésico inherente del caballo (Johnston et al. 2002; Gozalo-Marcilla et al. 2021), este tipo de anestesia presenta desafíos únicos debido a las limitaciones propias de realizarse fuera de un entorno hospitalario. Por todo ello, una preparación minuciosa y el conocimiento de las consideraciones específicas que conlleva, son esenciales para poder adecuar el manejo anestésico y optimizar la seguridad anestésica del caballo.
En primer lugar, se debe valorar si el caso en concreto es adecuado para someterse a una anestesia general de campo o si existen otras opciones más apropiadas. Por ejemplo, si se trata de una intervención que pueda realizarse bajo sedación en estación con un bloqueo local, o si es un caso de alto riesgo que pueda referirse para un manejo hospitalario. Para la selección de casos se debe considerar además del procedimiento, el riesgo anestésico (Hubbell et al. 2022), el temperamento del caballo, el personal y equipamiento disponible, así como la localización.
El lugar donde llevar a cabo la anestesia debe ser amplio, acolchado y libre de peligros para evitar complicaciones, de especial riesgo son la fase de inducción y recuperación. Se recomienda la presencia de un veterinario dedicado específicamente al acto anestésico y a la monitorización del caballo. Así como cerciorarse con anterioridad de disponer del equipamiento y los fármacos que puedan resultar necesarios tanto para la anestesia como para el tratamiento de complicaciones (McFadzean & Love 2017).
La elección del protocolo anestésico debe cumplir unos objetivos específicos. Estos incluyen un rápido inicio de acción y una duración consistente, para conseguir una inducción anestésica controlada que permita alcanzar el plano quirúrgico con prontitud, minimizando el tiempo anestésico, así como el riesgo de un despertar abrupto intraoperatorio. Por cuestiones prácticas, el mantenimiento anestésico se realiza mediante anestesia total intravenosa. Generalmente, se consigue mediante la administración combinada de agentes sedantes (alfa 2-agonistas), relajantes musculares (benzodiacepinas o guaifinesina) y anestésicos disociativos (ketamina), que pueden administrarse en forma de bolos o infusiones, dependiendo principalmente de la duración estimada. En cualquier caso, es esencial que los fármacos seleccionados, a las dosis administradas, tengan mínimos efectos depresores del sistema cardiovascular y respiratorio (Staffieri & Driessen 2007). Asimismo, como en toda intervención quirúrgica, es imperativo proporcionar analgesia multimodal y preventiva mediante la administración de antiinflamatorios no esteroideos y opioides, y la realización bloqueos locales (Bowen et al. 2020),
La selección del protocolo anestésico de campo requiere de conocimientos específicos y debe adaptarse a las consideraciones propias que conlleva esta práctica para conseguir un manejo anestésico seguro.
Referencias